Artículo escrito por Bárbara Román, presentadora y colaboradora de nuestro portal sobre su experiencia como presentadora del Legal Hackathon y su conocimiento sobre el mundo legaltech
Tres días más tarde y aún me pasan escalofríos cada vez que pienso en Tucho Consulting y su pandilla de esbirros (Víctor, Jone, Gentzane, Miren y Gorka)… El jueves pasado me secuestraron y me encerraron en el Campus Madrid, y no me dejaron salir hasta el sábado por la noche. La excusa que me dieron fue presentar el Legal Hackathon, que va ya por su tercera edición, pero yo se que en realidad querían apoderarse de mi cerebro y pedir un rescate a la empresa, aunque creo que no les salió muy bien. Me hice un poco la tonta porque patrocinaban Eventos Jurídicos y Zeres, proyectos con los que estoy altamente comprometida, y dejé que me abdujeran y me maltrataran un poco a cambio de conseguir información para este artículo. Estas son las conclusiones a las que llego, tras estar en contacto durante tres días con más de 30 concursantes, 7 patrocinadores, 100 asistentes, 13 ponentes y algún informático loco:
La experiencia del Hackathon es positiva y agotadora. Da igual si vas de concursante o de asistente, el esfuerzo al que te obligan dos jornadas tan intensas es siempre máximo. El formato de las charlas, rápidas y ágiles, no deja tiempo para mucho más, y los temas son tan variados que necesitas exprimirte el cerebro para poder captarlo todo. Se habló de ciberseguridad, de marketing, de comunicación. Se nos hizo un spoiler a cuenta de una reflexión sobre una futura vida cibernética eterna que nos dejó a todos sin palabras. Se simuló un ataque en directo con Wannacry. Se presentó un proyecto solidario. Se nos quería captar en directo para invertir en una startup. Se nos obligó a pensar, a discutir, a debatir, y la gente no está acostumbrada a estas cosas. Algunos concursantes ni siquiera durmieron, absortos en sus proyectos como estaban, y la mayoría no pasó de las cinco horas de sueño de viernes a sábado. El sábado a las siete de la mañana aún había gente con los ojos enrojecidos frente al ordenador, tecleando furiosamente (alguno cayó rendido en el suelo para echar una siesta). Eso es pasión.
Lo mejor es dejarte secuestrar, no lo digo solo por mi experiencia. Que se lo digan a SweetCarol, que se vio asaltada el viernes, o al Rafael, que estaba tranquilamente opositando y lo liamos para asistir. Algunos no sabían muy bien a que venían el viernes, y el sábado estaban ya discutiendo y analizando ideas como si llevaran toda la vida en esto de la innovación. Siempre estás a tiempo de aprender, de escuchar, de compartir, y más cuando hablamos de derecho y tecnología, que es un campo que crece cada día que pasa. Entre el público estaban los chicos de Marketingnize, Cuatrecasa Acelera, Rocket Lawyer, y tanto la inauguración como el cierre corrieron a cargo de sendos decanos de colegios de abogados. No te resistas al cambio, tú déjate llevar por el ambiente ágil y fresco que a algún sitio te lleva. Al final en estos ambientes siempre consigues conectar, siempre hay alguna idea que te puedes llevar bajo el brazo para masticarla durante el regreso a tu casa.
Lo que te llevas no es sólo la experiencia. Son los contactos, los amigos, los proyectos. Dormir poco, hablar mucho, conectar con una comunidad que quizá no sabías que existía. A lo mejor tenías un proyecto y no sabías por donde empezar, podías haber charlado con Carles Argemí de Testamenta/Bodaya o Ernest Iguacen de LexGoApp que estaban por allí. Quizá buscabas como mejorar tu forma de trabajar, y escuchaste las propuestas de Analytics o Jurimetría. O estabas a punto de rendirte con el posicionamiento del despacho y allí estaban los maketinianos para darte consejos. Ilustres tuiteros como Chema o Jacobo acudieron al sarao. Incluso si no pudiste venir había una legión de hackathoners tuiteros difundiendo la palabra por la red con #LegalHackathon hasta lograr el Trending Topic, y alguna chispa te llegó. Seguro. Legal Hackathon ya es sinónimo de innovación y de experiencias límite, pero lo más importante es lo que está debajo, a más profundidad, que se te pega a la piel y te persigue hasta la siguiente edición.
Un hackaton es algo brutal. Brutal en sus dos acepciones: “extraordinariamente grande, fuerte, bueno o intenso” o “violento, cruel e inhumano “. El jueves fue frenético, con las cositas de última hora que obligan a la organización a demostrar lo bien engrasada que está. El viernes de locos, con la presentadora persiguiendo a los ponentes para sonsacarles información y los concursantes nerviosos por el reto. Ya el sábado por la tarde los concursantes se caían de sueño, yo creo que lo único que los impulsaba a seguir en ese momento eran los nervios de presentar sus soluciones tecnológicas. Para los neófitos, en esta Hackathon se propuso como reto encontrar herramientas que ayudaran a los abogados defensores de Derechos humanos en países en conflicto o totalitarios a desarrollan su trabajo de manera más segura. Y vimos de todo:
Metaphase se curró un sistema de comunicación encriptado en imágenes llamado Glypho. Fueron los ganadores, aunque la decisión estuvo ajustada.
Freedom Watch desarrollaron un generador físico de servidores y dominios aleatorios, con una vida útil de 8 horas.
Red Button optó por un botón del pánico virtual que aseguraba la información comprometedora que enviabas y activaba una alarma dentro de la comunidad involucrada.
Legal Black Box es un servicio que segurizaba los expedientes más controvertidos de los profesionales en riesgo.
HelpLaw es una plataforma de difusión automatizada de contenido sensible.
Leganimus hizo una plataforma descentralizada que viraliza contenidos protegiendo desde el anonimato a sus creadores.
No me digáis que no es brutal que gente que apenas se conocía el viernes haya desarrollado estas soluciones en 24 horas. Con abogados por el medio, que apenas sabían programar.
Esta obra de ingeniería social – no se me ocurre otra forma de denominar a un evento capaz de reunir a desarrolladores, expertos en marketing, abogados, ingenieros, programadores, diseñadores, periodistas, la pareja de alguno que fue arrastrado probablemente contra su voluntad… – cuesta un esfuerzo titánico que arrastra a la organización durante meses, y siempre sabe a poco cuando se acaba. Al menos a mí. Por eso espero que la próxima edición en Málaga llegue pronto, para poder disfrutar de nuevo con los sinvergüenzas de Tucho Consulting y su pandilla de esbirros, a los que siempre estaré agradecida por la oportunidad de poner mi granito de arena.
Mmmm, esto es síndrome de Estocolmo en toda regla…
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