Pasados unos días del Congreso Nacional de la Abogacía Española celebrado en Valladolid hablamos con Bárbara para conocer de primera mano los entresijos del mayor evento de la Abogacía.
¿Qué tal ha sido tu experiencia encima de las tablas? Si hago un balance de todo la calificaría de muy positiva. Aunque me he perdido las charlas y ponencias, he disfrutado mucho en el escenario arengando e informando a los asistentes. Desde el principio me han dado libertad absoluta de poder hacer las cosas como yo quería y creo que eso me ayudó a sobrellevar los nervios de verse observada por 2000 personas mientras improvisas la forma de comunicar lo que tienes en tu cabeza… Ha sido fantástico.
¿Repetirías la experiencia? No. Jajajaja. En serio, no la repetiría. Creo que parte de la diversión fue hacer esto por primera vez, ese punto de novedad y de estar absolutamente fuera de mi zona de confort, por lo que si volviera a hacerlo perdería parte del encanto. Además, ya sabes lo que dicen, hay que retirarse cuando estás arriba. Me ha encantado ser maestra de ceremonias en un evento de esta magnitud pero ha sido un amor de una noche. No quiero estropearlo.
¿Que ha sido lo mejor y lo peor del Congreso? Ya te digo que me he perdido el 80% del congreso, pero desde mi perspectiva lo mejor, sin duda, era ver la cara de entusiasmo de muchos asistentes con perfiles o edades poco dadas a la innovación. Mucha gente me paraba y me preguntaba si podía recomendarles alguna cosa, otros directamente me decían que estaban flipando con los contenidos, incluso quienes se acercaron para darme opiniones negativas reconocían que ese congreso los estaba sorprendiendo. Me parece un acierto haber organizado un hackathon aunque eché de menos que los abogados tuvieran más curiosidad al acercarse. Y los premios de startups juridicas también me molaron mucho, como reconocer una parte de la profesión que hasta ahora pasaba desapercibida en el mundo institucional.
¿Cosas que no me gustaron? Que no hubiera streaming, por supuesto, me parece que un Congreso distribuido a lo largo de la geografía española apoyado por tecnología habría sido la bomba. Hubo problemas organizativos como en cualquier evento, pero para mí fue lo de menos. Lo que no soporto es gente que apenas se dejó ver el primer día rajando del congreso en sus redes sociales, diciendo cosas como que el futuro de la Abogacía en manos de los milennials era un horror. Creo que no han entendido nada de nada, porque los milennials ya tenemos 30 y muchos y hemos venido para quedarnos. Por otra parte, he visto un lado de la Abogacía en esta gente que en mi opinión está condenada a la extinción: abogados criticando que se enfoque la profesión como un negocio o un oficio que debe adaptarse a los nuevos tiempos en lugar de una especie de Valhalla para unos pocos elegidos… La Abogacía más plural y diversa, como la sociedad que estamos viendo, ya está aquí. El que no sea capaz de aceptarlo va a tener un futuro muy negro. Y desde luego muy solitario.
¿Para qué sirve un Congreso? Hasta que leí el artículo de Pepe Muelas pensaba que era una cita para que abogados de todo el país tuvieran un lugar de encuentro para compartir experiencias, ponerse al día, tomarle el pulso a la profesión, debatir iniciativas… Después de leerlo no me queda tan claro.
¿Está la abogacía preparada para la transformación? Si me lo hubieras preguntado hace tres años, cuando organizamos el primer Congreso Legaltech en Donosti, te hubiera dicho que no. Había poco interés por la tecnología o por la innovación, y la profesión se encontraba en un momento complicado apenas saliendo de la crisis. Muchos despachos se vieron obligados a replantearse su futuro, algunos compañeros cerraron, otros se reinventaron. Ahora veo un sector más maduro, más consciente de que los tiempos cambian y la profesión con ella. Me gusta que se reivindique espacio para experimentar y probar cosas nuevas que hace años eran inconcebibles, como trabajo en remoto, conciliación familiar, software, metodologías del cambio. Otra cosa es si la Justicia está preparada para esa transformación pero como ya no me dedico a juzgados, estoy más desconectada de esa realidad.
¿Debe saber una abogada programar? Personalmente creo que no, aunque quizá Iago Otero o Pablo que hablaron del tema en el congreso puedan aportar más que yo al debate. Dependerá de a qué se dedique el abogado, yo por ejemplo no sé programar aunque conocimientos básicos tengo porque haciendo legaltech, auditado licencias de software, diseñando textos para aplicaciones necesitas hablar el idioma de tus clientes.
Lo mismo podríamos preguntarnos sobre otras competencias transversales: ¿debe saber inglés o chino? ¿Debe saber organizarse y trabajar en equipo? ¿Debe saber mecanografía o técnicas de relajación? El saber no ocupa lugar, cada uno que decida qué competencias le ayudan a ser mejor profesional. Lo que sí creo es que cada uno debe tener unas características propias que le permitan diferenciarse del resto y posicionarse mejor en un mercado global.
¿Linux, MAcOS o Windows? 😉 Anda no me jodas, que ya sabes que yo Linux a muerte. Me resultó curioso que después de mi ponencia sobre software libre algunos compañeros me escribieron con curiosidad para saber más sobre herramientas abiertas y colaborativas, o sea que mi teoría de que el desconocimiento en el sector legal del software libre algo de verdad tiene. También se me acercó el informático de un colegio de abogados de cuyo nombre no quiero acordarme para expresar su opinión sobre mi posición, que escuché educadamente y agradecí con buenas palabras. Básicamente me decía que pedir a la administración pública que adapte su sistema informático a una minoría que usamos sistemas operativos distintos es tontería, pero yo soy abogada, me han enseñado a defender los derechos de las minorías y las libertades de los ciudadanos, entre las que está la libertad de expresión y de opinión. Voy a seguir defendiendo el derecho de los usuarios a que la administración rinda cuentas de como se gasta nuestro dinero y que el gasto sea en tecnología que nos permita a todos acceder en las mejores condiciones a los servicios. Y eso no pasa por software o código privado.
¿Whatsapp o telegram? Telegram siempre, pero mantengo WhatsApp porque mi madre se niega a usar otra cosa. Sin permisos de ningún tipo, así me autoengaño con que mi privacidad está a salvo.
¿Instagram o twitter? Reconozco que ahora soy más de Instagram, donde mantengo una cuenta privada, porque el nivel de estupidez en Twitter me estaba volviendo loca. Me han preguntado varias veces los motivos de haber abandonado mi @abogadopenal en Twitter, e incluso he recibido alguna oferta por la cuenta. Lo dejé porque ya no me hacía feliz, sin más.
Háblanos de NoLegaltech… ¿por qué? ¿Me estás diciendo que a estas alturas de la película alguien no conoce a mis rabbits? Después de dos años más centrados en consultoria legal estamos abriendo algunas nuevas líneas de investigación,y por supuesto seguimos con pequeños proyectos tech para despachos de abogados. Ya te iremos chivando…
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