“Marcelino”, de Ana María Gamboa, ganador de la IX Edición del Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

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Ana María Gamboa Monte, abogada especialista en Derecho de Familia y Derecho Civil de Madrid, ha sido la ganadora anual de la IX edición del Concurso de Microrrelatos de Abogados, organizado por el Consejo General de la Abogacía Española y la Mutualidad, con su relato “Marcelino”, que resultó ganador en el mes de junio.

Ana María, lleva participando en el concurso desde hace varios años, aunque no de un modo constante. Supo de la existencia de él al entrar en la web de Abogacía y recibir la revista del Consejo como abogada ejerciente desde el año 1984. Ha participado en otros concursos de escritura corta, como el de retórica jurídica “Decano Pedrol” de temática libre, organizado por el Colegio de Abogados de Madrid, en el que además quedó finalista en el 2002.

La autora se ha hecho con el premio gracias a una historia sobre un robot jurídico muy especial. “En el momento en que empecé a componer la historia, tuve un problema informático y el ordenador cometió varios errores. Eso unido a la idea de que en un futuro todas las personas puedan ser sustituidas por robots, completó la temática de la historia”, declaró la autora al recibir la noticia.

La ganadora reconoce que suele ser muy perfeccionista en sus historias. “Les suelo dar varias vueltas, ya que al ser un texto corto, no quiero que sobre ni falte nada y que el relato contenga todo lo que quiero expresar”, comentó. Amante del arte y de la música, en su tiempo libre participa en la Fundación Amigos del Museo del Prado y en la coral del Colegio de Abogados de Madrid.

El jurado, compuesto por Victoria Ortega, presidenta del Consejo General de la Abogacía Española; Enrique Sanz, presidente de la Mutualidad de la Abogacía; Antonio Garrigues, presidente honorífico de Garrigues; Fernando Grande-Marlaska, vocal del Consejo General del Poder Judicial; José María Pérez «Peridis», escritor y humorista; Joaquín García-Romanillos, vocal de la Mutualidad de la Abogacía; Cristina Llop, vicesecretaria de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española; Luisa Jaén, jefa de Prensa de la Mutualidad de la Abogacía; y Francisco Muro, director de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española, eligió este relato como ganador por su temática de plena actualidad como es la inteligencia artificial, así como por considerar que es el que mejor representa una historia sobre abogados hilando con acierto las cinco palabras obligatorias de ese mes –en su caso linde, honorarios, arena, licencia, investigar. En esta edición se han recibido casi 8.000 relatos, batiendo de nuevo todos los records de participación.

Hasta que se convoque la X Edición en enero, en www.microrrelatosabogados.com pueden consultarse todos los relatos seleccionados y ganadores de las ocho ediciones que lleva celebradas el Concurso, así como las bases para la participación y el formulario a través del cual los participantes pueden enviar su relato junto a sus datos personales.

A la última votación, junto al ganador llegaron los relatos “Sobrevenir” de Isabel Rodríguez, de Ourense, y “Cuando Elena cerró los ojos” de Carlos Llopis Sabater, de Castellterçol (Barcelona).

MARCELINO

Aprovechando el cobro de unos honorarios atrasados me fui a descansar a una playa de arena blanca y aguas turquesas. Por desgracia regresé urgentemente. En mi ausencia Marcelino se había vuelto loco. Era un colaborador imprescindible en mi despacho. Redactaba escritos, demandas, y todo tipo de recursos. Gestionaba el correo, las carpetas de los clientes, y me avisaba con su voz acerada de cualquier notificación. Experto en investigar los asuntos de más enjundia, encontraba al instante la documentación judicial más novedosa. Tras mi partida y bajo una frenética hiperactividad, Marcelino había preparado escritos absurdos y demandas inexistentes que enviaba con mi firma digital a procuradores elegidos al azar, además de licencias estrambóticas y un sinfín de despropósitos. Quizás fue mi culpa, me serví de su eficiencia y no supe poner el linde necesario en nuestro trabajo compartido. A mi pesar tuve que desconectarlo. Era un robot jurídico muy especial.

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